MI REGRESO A ÍTACA
Mi regreso a Ítaca fue una Odisea. Todos y cada uno de los días después de la guerra de Troya, de regreso a mi ciudad, me ocurrieron numerosas aventuras, pero hay cuatro las cuales teneis que saber por encima de todas.
El segundo día después de acabar dicha guerra, desembarcamos yo y doce de mis compañeros en la isla de los Cíclopes (gigantes con fama de salvajes, que tenían un solo ojo y vivían como pastores). Recorrimos la zona y encontramos una cueva, y tuvo que ser la casa del cíclope Polifemo. No se nos ocurrió otra cosa que entrar a la cueva, nos encontramos con ovejas y vasijas con leche. Polifemo no estaba, pero al atardecer tapó la cueva con una roca gigante. Cuando se percató de nuestra presencia, nos dijo que no saldriamos de allí y que se nos comería uno por uno. Pero yo preocupado por mis compañeros y amigos saqué mi astucia y le dije que le habíamos traido vino de Grecia. Polifemo lo aceptó y siguió pidiendo más. quedando este profundamente dormido. Tiré un palo y se lo clavé en el ojo a Polifemo por lo cual ya no tenía ojo. Retiró la piedra para dejar salir a las ovejas de su rebaño para matarnos, pero nosotros listos, nos pusimos debajo de las ovejas, y cuando tocaba una por una por encima , él no sabía que nosotros estamos debajo. Cuando se dió cuenta de que habiamos escapado nos siguió hasta la nave pero no consiguió cogernos.
Seguimos navegando varios diás, hasta llegar a una isla donde habitaba una hechicera llamada Circe, que quería seducirme y convirtió a todos mis amigos en cerdos por poco tiempo, ya que rogué a esta que los devolviera a su forma normal. Los delvolvió a hombres más guapos y altos al deshacer el hechizo.
Circe me advirtió que nos ibamos a cruzar con sirenas. Por ello pedí a mis marineros que me ataran a la nave y ellos se pusieron tapones de cera para no escuchar dicho canto. Permanecí fijo al atravesar la zona de peligro, pude verlas y escucharlas. Unas vez pasamos pedí que me desataran.
Una vez pasamos las sirenas, los dioses vuelven a ponerme a prueba. En el camino hacia Ítaca tuve que atravesar un peligroso canal entre dos imponentes acantilados, dominados por un lado por Escila y por otro por Caribdis.
Escila era un monstruo con rostro y pecho de mujer, seis cabezas de perro y doce patas de can en la cintura, mientras que Caribdis era un peligroso torbellino de agua que se tragaba todo lo que se le pasaba por delante varias veces al día, devolviéndolo todo después de tres días en forma de naufragio.
Escila era un monstruo con rostro y pecho de mujer, seis cabezas de perro y doce patas de can en la cintura, mientras que Caribdis era un peligroso torbellino de agua que se tragaba todo lo que se le pasaba por delante varias veces al día, devolviéndolo todo después de tres días en forma de naufragio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario